Fuente de la imagen, Johanna Marghella
- Autor, Cristina J. Orgaz
- Título del autor, @HayFestivalQuerétaro
- X, @cjorgaz
5 septiembre 2025
Desde 1995, la parte de la riqueza global que poseen los multimillonarios ha aumentado del 1% a más del 3%.
Ese es uno de los datos que muchas personas han visto como una confirmación de que la percepción de que el sistema económico beneficia desproporcionadamente a una pequeña élite ha dejado de ser un espejismo en los últimos años para dar paso a una realidad.
Y con la constatación de que el número de ricos ha aumentado a un ritmo vertiginoso en las últimas décadas, se ha extendido entre los ciudadanos un regusto amargo que despierta ansias de venganza.
Por eso, el escritor y periodista Andrea Rizzi cree que hemos entrado en «La era de la revancha», tal y como se titula su último libro.
«Las élites se han movido bajo impulsos depredadores, con una avidez desaforada que es parte de los instintos humanos, como ya lo describió Dante y otros autores hace muchos siglos», explica en conversación con BBC Mundo.
La globalización, que llegó llena de promesas, acabó desplazando empleos tradicionales y concentrando ganancias en sectores específicos, creando ganadores y perdedores muy visibles.
En su libro, Rizzi describe un escenario global en el que el resentimiento y la revancha son fuerzas motrices.
«Los ciudadanos que se sienten marginados por la globalización y que han perdido instituciones de mediación -como los partidos políticos o los sindicatos- se ven expuestos a corrientes tóxicas de fuerzas políticas que en realidad no defienden sus intereses y que están succionando hacia el abismo los valores democráticos y de derechos humanos», apunta.
Y aunque esto sucede a nivel global, América Latina, con sus movimientos pendulares tan extremos, es el termómetro de una insatisfacción constante, cree el experto.
BBC Mundo habló con Andrea Rizzi en el marco del HAY Festival Querétaro, que se celebra entre el 4 y el 7 de septiembre en esa ciudad de México.
Fuente de la imagen, Getty Images
Tu último libro se titula «La era de la revancha». ¿Es la era de la revancha un tiempo de odio?
Sobre todo, es un tiempo de resentimientos que generan una voluntad de revancha y que en algunos casos puede tener vetas de odio.
Resentimientos por abusos cometidos en distintos ejes de la vida.
Por un lado, hay un rencor generado por el dominio de Estados Unidos y sus aliados, que han configurado el orden mundial que conocemos y que en algunos casos han generado abusos. Y, entonces, hay un resentimiento de países que desean una corrección de ese orden mundial establecido después de la Segunda Guerra Mundial.
Y, luego, creo que hay otro gran resentimiento, que es de las clases populares, de gran parte de las sociedades occidentales. Un rechazo a un sistema en el que ciertos segmentos de la sociedad han podido prosperar, surfear la ola de la globalización y de las nuevas tecnologías, mientras ellos quedaban, de alguna forma, olvidados.
Citas en tu libro al economista Branko Milanović, que asegura que la desigualdad global está en su punto más bajo en más de 100 años; sin embargo, hay un descontento palpable en las clases populares, que se ven en la precariedad mientras las élites se benefician enormemente. ¿No hay una contradicción entre las cifras y el sentimiento?
En realidad son dos dinámicas distintas y perfectamente compatibles.
Milanović observa que ha habido una reducción de la desigualdad a escala global. Esto significa que hay países que han dado un salto hacia adelante, sobre todo China.
Pero esto no es contradictorio con que dentro de algunas sociedades, y especialmente las occidentales, haya un problema de desigualdad que alimenta el malestar y la frustración.
Son dos dinámicas que corren en paralelo sin ser contradictorias.
Fuente de la imagen, Editorial Anagrama
¿Qué elementos definen la «bomba de frustración» de las clases medias?
Me gusta definirlas como clases populares o working class en inglés. Porque las clases medias, a mi juicio, se dividieron entre una clase media alta -que ha sabido adaptarse al mundo globalizado y aprovechar sus oportunidades-, y otra que, en cambio, se ha ido deslizando hacia abajo.
¿Cuál es la base de ese malestar de las clases populares?
Después de la Segunda Guerra Mundial, se generó en Europa occidental, y en América Latina también por supuesto, una fuerte expectativa de progreso que hizo pensar que el camino en adelante podía tener baches, pero que era un camino que con toda probabilidad garantizaba mejoras a las generaciones futuras.
Estas expectativas se quebraron sobre todo a partir de 2008 y de nuevo tras la pandemia.
El segundo rasgo del malestar creo que tiene que ver con la volatilidad y la precariedad de nuestro tiempo, con la deslocalización de empleos, las idas y venidas de flujos inversores o, por ejemplo en América Latina, las fluctuaciones de los precios de las materias primas.
Si a esto le sumamos la ausencia de regulaciones sólidas y de tejidos conectivos y de protección, ahí hay otra veta de malestar.
Y no podemos olvidar que gracias a internet y a las redes sociales, las clases populares tienen una visibilidad extrema sobre las vidas de las élites que genera anhelos, deseos y frustraciones.
Con lo cual, yo creo que hay elementos materiales y otros culturales y psicol
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